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domingo, 8 de noviembre de 2009

4. LA VUELTA A LOS ANNAPURNAS

Aunque Iñigo y Aitor se quedarían unos días más en Pokhara disfrutando de la buena vida, no hay manera de retener a Aitortxiki, así que una vez tramitados los pertinentes permisos y hacer algunas compras para el trekking, salimos hacia Besishahar para comenzar la vuelta a los Annapurnas. Esta es zona de fuerte presencia comunista. No es raro ver la bandera roja o carteles de apoyo a los maoistas.

El arroz es el cultivo mayoritario. Para ello aterrazan la ladera de la montaña. Y es que hay muchas bocas que alimentar. Y así discurren los primeros kilómetros, entre campos de arroz...
...y comedores de Dal bat. L@s renacuaj@s salen por todas partes a la hora de ir a la escuela. Al no haber carreteras, todo lo que se necesita se sube a lomo de mulas o de porteador@s. Estos pollos son un envío urgente y seguramente acabarán en el plato de un turista.
Aunque es un trabajo bien pagado para los estándares nepalíes. No se puede decir que sea un trabajo fácil. Mientras la mayoría de mortales camina... ... otros como Dan y Jenny pedalean (cuando el terreno se lo permite). Finalmente serán los primeros en hacer la vuelta a los Annapurnas en tándem. Al segundo día, la rodilla de Aitor empieza a dar problemas, su articulación derecha da problemas siempre que carga peso. Con tantos días de trote por delante, valoramos que lo mejor es que dé marcha atrás. Tras una emotiva despedida, Iñigo y Txili siguen hacia adelante y Aitor vuelve sobre sus pasos. Un duro golpe para la moral de la expedición. Como decíamos al principio, es evidente la presencia de los maoistas. En el pasado eran comunes los controles de éstos últimos exigiendo un impuesto a l@s montañer@s. Esos tiempos han quedado atrás y los comunistas forman parte de la coalición de gobierno. Pero esta pequeñaja nos asalta en una curva y nos pide caramelos a punta de escopeta. Si ya es difícil entre dos personas sujetar al potro de Adurza, ahora el Abuelo se pregunta cómo va a seguir a Txili durante los casi doscientos kilómetros que quedan de pateo. Cada vez que tiene ocasión, hace rodar los cilindros de oraciones pidiendo al cielo que no le dé un infarto en el camino. Los gigantes empiezan a dejarse ver: disfruten de las estupendas vistas del Manaslu. Y de otras montañas, que aunque no llegan a los 8.000 mts... son igual de relindas. A buen ritmo, van cayendo los kilómetros. Txili sólo mira hacia atrás para posar en alguna foto.
Además de las piernas, nos empieza a doler el cuello de mirar hacia arriba, increíbles picos...
...e impresionantes paredones de granito.
Un@ se siente insignificante al pasear entre estas montañas, aunque caminando al lado de Lander, cualquiera se siente muy pequeño.
Pueblos con casas de piedra, esperemos que tarden mil años en construir la carretera a Manang y que no lleguen urbanizaciones gigantes para el turismo masivo.
Esta vaca se hace la loca y mira para otro lado. Puede estar tranquila, Aitor debe andar por Pokhara.
Carrera de porteadores.
Una abuela viendo pasar la vida a la entrada del pueblo. Probablemente se entretiene contando montañeros (trekkerspoting).
Ya desde pequeños toca tirar de cesta, pero no conviene correr mucho...
...porque puedes llegar sin fuerzas a la vejez.
Empiezan a dejarse ver los primeros Yaks, mejor apartarse y dejar pasar a este bicho.
En el camino abundan los lugares de culto budista, con oraciones grabadas en la roca
Un detalle del grabado
Tomamos media jornada de descanso en Manang para aclimatar. Las vistas desde el pueblo son inmejorables.
De noche bajan mucho los termómetros y por la mañana nos cuesta salir del saco, pero vemos que no somos los únicos. Atrás queda Manang (3500 mts) entre la bruma, a partir de aquí el aire se hace cada vez más fino.
Pero eso no es excusa para los currelas. Y si hay que apartarse de los Yaks, no hay que fiarse mucho de las mulas de carga, que de un culetón te mandan al fondo del precipicio.
Después de un fuerte desayuno a base de croissants y napolitanas a 4.500 mts. (ver artículo sobre las German Bakery en la columna derecha)... Se llega al punto crítico del recorrido: el Thorung La. Un paso de montaña a 5400 m que pone a prueba los pulmones de los caminantes. Hay gente que no consigue aclimatar y pasa serios apuros. Para el/la que no puede dar un paso más, siempre queda la alternativa de subirse a una mula. Pero conviene guardar fuerzas para la bajada. La mujer de la foto por poco estira la pata en la cumbre y al día siguiente tuvo que ser evacuada en helicóptero. Es raro el año en el que no muere nadie aquí por mal de altura, y es que no es una historia para tomar a la ligera. Las mulas haciendo la vez de ambulancias para l@s que les pilla la altura. Los muleros hacen el agosto. Las tarifas varían según lo perjudicado que esté el/la montañer@ y la avaricia del mulero, pero viene a salir por unos 100$. Nosotros sin ir de sobraos, pero llegamos por nuestros medios. Posando para la foto de cumbre, de izquierda a derecha: Iñigo, Txili, el mismísimo Thorung La, Lander y Maider. Estos últimos, una pareja con la que coincidimos. Se notan las raices (Elizondo/Bilbo) y son fuertes como robles.
Muy bonito el paisaje, pero será mejor ir bajando antes de que al Abu le explote la cabeza.
Al otro lado del Thorung La, el paisaje cambia radicalmente. La vegetación desaparece, y este valle nos recuerda al Karakorum pakistaní. Iñigo decide subir a un autobús durante un tramo. Txili va a por el record mundial de ampollas. Pero qué majeton@s l@s crí@s, sobre todo cuando se quedan formalic@s posando para la cámara... y no les da por tirarte piedras. Hay que prestar especial atención a los mapas, porque son una fuente inagotable de información útil. La abuela de la marihuana. Dedicamos esta foto de esta anciana trabajando el Cannabis a las amonas de Euskal Herria que cuidan con esmero de la Marijuana de l@s niet@s. Hay días en los que dan ganas de quedarse a vivir en una borda y disfrutar de la generosidad de la naturaleza. Y si unos cuidan de la cosecha, otr@s acaban con ella sin acordarse de nietos ni de carajos. Desde Gorephani, se disfruta de un paisaje de altura: Annapurna I, Annapurna Sur... Y merece la pena subir hasta Poonhill. El amanecer desde allí es realmente impresionante. Algo que sin duda queda grabado para siempre en tu retina.
Otro de los gigantes despertandose por la mañana, Dhaulagiri.
Pero todo lo bueno se acaba, y toca descender y volver a la civilización. Tomamos camino de Pokhara poniendo pucheros y ojos tristes.
Pero no dura mucho porque abajo en el valle, es primavera...
...y no hay tiempo para el aburrimiento. El paisaje cambia radicalmente de un valle a otro y el abanico de colores es estremecedor. Siguiendo el curso del río descenderemos hasta Naya Pul, donde cogemos un bus hasta Pokhara. Allí esperamos reencontrarnos con Aitor y disfrutar otra vez de la buena vida.

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